Debemos reafirmar nuestra responsabilidad y armonía con la naturaleza en una fase en que el planeta está bajo la amenaza del cambio climático, siendo el hombre el máximo responsable de la insostenibilidad de los recursos naturales, su fauna y flora, haciendo especial énfasis en el medio ambiente que nos rodea, sin olvidar la comprensión y tolerancia entre las diferentes razas y culturas de los seres humanos que la pueblan. La Ciencia es nuestro aliado, gracias a ella, el ser humano ha avanzado en el último siglo, hasta llegar a unas metas inimaginables por nuestros antepasados.

Puede que no lo sepa, pero cada vez que come, bebe o incluso respira está tragando plástico


Los plásticos que no reciclamos y acaban en los océanos se convierten en gigantescos basureros marinos. Los científicos han descubierto un nuevo peligro asociado a estos residuos: la “plastisfera“, una comunidad de al menos mil tipos distintos de microorganismos que viven en su superficie y pueden ser nocivos para los seres vivos marinos y los humanos.

Los plásticos, sobre todo las bolsas y las botellas, son el principal residuo encontrado en los océanos de todo el mundo (más del 80% del total), según datos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Los microbios “colonizadores” forman grupos detectables en los residuos plásticos en pocos minutos. Los científicos estudian si los peces u otros animales marinos contribuyen a que estos patógenos se desarrollen al ingerir el plástico.

El objetivo de los investigadores es determinar las consecuencias de esta plastisfera en los ecosistemas marinos y la salud, además de ofrecer datos para reducir su impacto. Uno de los autores del estudio, Tracy Mincer, del WHOI, señala que esta información podría ayudar a los fabricantes a reducir esta contaminación, como por ejemplo creando productos que se degraden antes de que puedan ser perjudiciales.

¿Sabías que los residuos plásticos matan más de un millón de aves marinas y más de 100.000 mamíferos marinos y tortugas cada año?

Los autores examinaron desechos plásticos en el Atlántico Norte y en el Pacífico Norte y descubrieron que los microorganismos se desarrollan más rápido en aguas templadas que en tropicales. Los investigadores confían en que su trabajo sirva también para precisar la edad de los desechos marinos plásticos.

Puede que no lo sepa, pero cada vez que come, bebe o incluso respira está tragando plástico. Es cierto que son minúsculas partículas, pero la exposición permanente a ellas puede suponer una amenaza aún desconocida para nuestra salud. Y es solo una pequeñísima parte de los problemas que generan los 25 millones de toneladas de residuos de este material que cada año se producen en la Unión Europea, del que solo se reciclan un 25 %, lo que supone literalmente tirar a la basura entre 70.000 y 105.000 millones de euros anuales. Pero el daño al medio ambiente y a los ecosistemas, incalculable, es aún mayor. Si estos datos no le convencen haga una prueba. Eche una ojeada al mar. Seguramente a simple vista no aprecie nada, pero cinco billones de partículas de plástico flotan libremente en los océanos del planeta, desechos de los que se nutre el plancton marino, el alimento de los peces, y que son el resultado de la descomposición -bien por la oxidación solar o por su fragmentación a causa del oleaje- de los entre ocho y diez millones de toneladas de polímeros, con sus correspondientes aditivos químicos, que cada año acaban en las aguas marinas. Un autentico desafío para la humanidad.

Si con estos datos aún no es consciente de la gravedad del problema, reflexione sobre la reciente advertencia lanzada por la ONU y la Unión Europa: si no se frena el problema en el 2050 habrá más plásticos que peces. Pero no hace falta esperar tanto para comprobar los efectos de una amenaza que ya es real: tres de cada cinco especies marinas tienen algún resto de material plástico en su intestino, vertidos que cada año, según la ONU, matan a unas 100.000 aves, ballenas, tortugas y otras especies. 


Las imágenes de tortugas asfixiadas por redes plásticas impactan en la conciencia colectiva, pero son solo la punta del iceberg de un mar de plástico que se concentra especialmente en los subgiros tropicales, donde se forman auténticas islas. Las cinco identificadas hasta la fecha, dos en el Atlántico, dos en el Pacífico y una en el Índico, ocupan ya 16 millones de kilómetros cuadrados, más de 31 veces la superficie de España y más de 1,5 la de Europa.


Un fenómeno global


La iniciativa pionera en este ámbito, y quizás la más ambiciosa, es Upcycling the Oceans, que nació en el 2015 de la mano de la Fundación Ecoalf, la Fundación HAP y Ecoembes, que durante su primer año recuperaron en el Mediterráneo más de 180 toneladas de desechos con la colaboración de más de 450 barcos pesqueros de arrastre. El objetivo es recuperar la basura para transformarla en hilo de primera calidad para producir tejidos y la confección de prendas y complementos. 

Pero más allá de este tipo de proyectos existen otros más enfocados en la investigación para determinar el impacto de la toxicidad de los microplásticos en los organismos marinos y, en última instancia, en la salud humana, algo que todavía se desconoce. 
Del material base se desprenden agentes químicos como ftalatos o el bisfenol A, un potente disruptor endocrino. El equipo comprueba el efecto de estas sustancias en especies como mejillones o erizos de mar. «Poden provocar efectos tóxicos agudos que incluso poden ser letais e comprometer a viabilidade dos organismos»

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