La longevidad de los árboles
Los humanos crecemos a un ritmo acelerado cuando somos jóvenes. Al alcanzar la madurez, nuestro etapa de crecimiento llega a su fin y poco a poco empieza el deterioro celular. Los árboles, por el contrario, nunca desaceleran su ritmo de crecimiento. Conforme pasan los siglos, aumentan su tamaño. Verdaderamente son gigantes eternos.
Durante muchos años, se asumió erróneamente que los árboles jóvenes crecían más rápido que los viejos. El investigador Nate Stephenson, del Servicio Geológico de Estados Unidos, estudió a 403 especies de árboles alrededor del mundo y descubrió que, a diferencia de los animales, no sufren los estragos de la edad. Únicamente la enfermedad, los insectos, el fuego o ciertos accidentes, como los relámpagos, pueden matar a un árbol.
En colaboración con expertos forestales de los seis continentes, Stephenson analizó el ritmo de crecimiento de más de 670 mil árboles, tanto de climas tropicales como templados. Encontró que en más del 90% de las especies, los árboles continuaban creciendo durante lo largo de su vida, ganando peso con el paso de los años.
Cada especie tiene su propio ritmo de crecimiento, pero los árboles más grandes y viejos, como los secuoyas (Sequoioideae), pueden engrosar la masa de su madera, corteza y hojas por cerca de 600 kilogramos en un año. Los investigadores encontraron también que los árboles más antiguos son los que más dióxido de carbono consumen, siendo de particular importancia para el bienestar del medio ambiente.
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